El escrito que aquí refiero es una
reflexión sobre la trayectoria profesional de una servidora en el campo de la
docencia. En las primeras líneas hago un análisis de la percepción que tengo sobre
mi labor educativa desempeñada en las aulas, señalando aspectos cotidianos de
mi práctica docente. En la segunda parte comparto cómo he vivido la confrontación
entre mi carrera de origen y el hecho de incorporarme al quehacer educativo en
el nivel medio superior. Finalmente, narro algunos sentimientos hacia esta
profesión, satisfacciones, preocupaciones y
dificultades, en fin, algunos aspectos que han formado mi identidad profesional
y que comparto con el equipo 246 al que pertenezco.
El magisterio
proporciona el placer de dar, el placer
de amar y el placer de enseñar. Ser docente ha
sido una de las experiencias más gratas y significativas de mi vida, me ha definido como persona y ha marcado el rumbo
de mi vida. Por 17 años he laborado en la misma institución educativa, con los
mismos compañeros y al frente de las mismas materias, esto último desde mi
percepción, se ha convertido en una fortaleza
porque me ha permitido experimentar, crear, innovar, en suma, ir
creciendo como profesora frente a grupo.
Me percibo como una profesora
responsable y comprometida, todos los días trato de llevar a cabo lo planeado
en mi plan de clase, intento hacer mis clases atractivas, sobre esto, Esteve (2003)
menciona que la primera tarea del docente es encender el deseo de
saber. Estoy convencida de que dar clase es más que una mera exposición, es aplicar un
método de enseñanza que ayude a que los estudiantes aprendan con interés, construyan su propio saber y por
supuesto desarrollen las anheladas competencias, pero desafortunadamente no he descubierto
todavía el hilo negro que me ayude a cumplir cabalmente con estas metas.
Ahora bien, me gusta preparar
cuidadosamente mis clases, para ello, hago material variado, por muchos años
fui inseparable del papel bond para presentar organizadores gráficos con las
temáticas de la materia, pero debido a que la labor docente es
inacabable y siempre hay cosas nuevas que aprender ahora estoy capacitándome
para utilizar los pizarrones electrónicos.
En particular me agrada mucho el trabajo en equipo, por eso,
procuro integrarme cada semestre a los equipos colegiados de mi plantel para
planear proyectos interdisciplinarios,
he constatado lo dicho por Vigotsky sobre el hecho de que la socialización es
una herramienta imprescindible para el aprendizaje.
Aunque me encanta la
labor docente, cada año, siento ansiedad al iniciar un nuevo ciclo escolar
porque sé que tengo que hacer frente a
las nuevas necesidades y expectativas de los alumnos y del sistema, así
como a las nuevas formas de tecnología y
de comunicación.
Es conveniente hacer
mención que mi profesión de origen es la Contaduría Pública, sin embargo, sólo
3 años la ejercí plenamente en un despacho contable. Aunque suena egoísta decirlo, mi decisión por
entrar a la docencia se debió al matrimonio y la maternidad. Esta profesión me
resultó atractiva porque pude contar con un trabajo de medio tiempo que me
permitiera trabajar y simultáneamente cuidar de mis hijos. Por otra parte, la
labor docente me ha sido atractiva porque me reporta un ingreso mensual fijo,
prestaciones sociales y vacaciones pagadas. No obstante, ahora, a la
distancia, pienso que si bien ingresé por comodidad y tal vez sin vocación, no
me hubiera gustado dedicarme a otra cosa. Hoy, estoy convencida de que la
docencia no es sólo una forma de ganarse la vida, sino es una forma de
vida, para mí, esta labor es en una
parte intrínseca de mi persona. Puedo decir que tomé este camino sin pensar a
lo que me enfrentaba, pero con el paso de los años y gracias a la experiencia que me ha dado la vida y a la capacitación
que he recibido puedo comprender que enseñar
es una enorme responsabilidad.
Reconozco con
humildad los tropiezos y fracasos
tenidos en este transitar por la
docencia, a través de ensayo y error he corregido una multitud de traspiés
replanteando estrategias y puliendo aquello en lo que he acertado, pero siempre
buscando la mejora. Mis más acentuados
sentimientos de insatisfacción se remontan a mi iniciación en el sistema educativo, cuando aparte de no
dominar los contenidos de las materias no contaba ni siquiera con mínimos
conocimientos de metodología y didáctica.
Son muchos mis motivos de satisfacción, a lo largo de mi formación educativa he
tenido la suerte de encontrarme con excelentes compañeros de trabajo quienes con su experiencia,
conocimiento, apoyo moral y académico me han guiado en el camino de la
docencia. En mi transitar por las aulas he tenido experiencias muy agradables que tal como menciona Esteve (2003)
me han hecho “rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión
el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos”.
Ser docente en educación media
superior
me ha dado la oportunidad de contribuir con mi granito de arena en la formación
de ciudadanos, grandes profesionistas exitosos, líderes
políticos, pero sobretodo excelentes
seres humanos.
Las preocupaciones y
problemas que enfrento como docente son incontables, desde la apatía y falta de
motivación de los estudiantes por aprender, hasta el no saber cómo
implementar escenarios didácticos que conflictuen al alumno y que los
mueva a aprender. De hecho, estas preocupaciones son compartidas por mis
compañeros de escuela. Con todo, como profesionales de la educación responsables
hemos visto la necesidad de desarrollar y potenciar en nosotros mismos competencias
que nos ayuden a ser mejores docentes y que nos permitan al mismo tiempo ser
maestros de humanidad, por tal, existe compromiso total para la capacitación y
actualización.
En definitiva, soy consciente de que tengo una gran misión y que me tengo
que actualizar ya que mi profesión es pieza clave en la configuración del destino humano.